En los últimos tiempos la Conselleria de Sanitat i Salut Universal de la Generalitat Valenciana ha estado preparando el impulso de los consells de salut de zona básica. El objetivo es dar forma a los órganos de participación vecinal de los centros de salud, de los que hasta ahora no disponían, para promover la salud con y entre las comunidades locales. Además, esta cuestión se ha convertido también en una reivindicación vecinal, ya que un buen número de asociaciones locales están reclamando, especialmente en la ciudad de Valencia, la activación de estos espacios de salud comunitaria en sus respectivos barrios. Ahora bien, consideramos que no nos podemos quedar únicamente con la demanda de este dispositivo, sino que necesitamos abrir el debate de cómo entenderlos y definirlos con la finalidad de que sean realmente un instrumento de transformación de los entornos que habitamos. De esta manera, en este artículo proponemos cuatro ideas para pensar cómo configurarlos.
De entrada, es necesario tener presente que la cuestión de los consells de salut no está suscitando la discusión pública que a nuestro juicio merece. Por un lado, se trata de un cambio muy importante en el enfoque de la Atención Primaria, una vez que se ha presentado la nueva estrategia para este ámbito en el contexto pospandémico. Por otro, podrían ser espacios fundamentales de trabajo comunitario y lucha contra las desigualdades en los barrios y pueblos en los que vivimos. ¿Por qué? Si entendemos que la salud es algo que va más allá de la ausencia de enfermedad y que está vinculada al desarrollo del bienestar y las potencialidades de las personas, los consells de salut son los espacios idóneos para promover iniciativas orientadas a combatir las soledades no deseadas que muchas personas sufrimos, así como para afianzar los vínculos vecinales, promover una alimentación saludable y sostenible, especialmente entre los colectivos más precarizados, y transformar los entornos urbanos en clave de salud y cuidados. De hecho, algunos de los ejemplos pioneros que se están gestando apuntan en este sentido.
En primer lugar, necesitamos generar unos espacios vivos y realmente comunitarios. Esto significa que es necesario alejarse de aquellos dispositivos de participación demasiado institucionalizados, dominados por profesionales expertos —en este caso, profesionales sanitarios— y los responsables políticos, donde los portavoces asociativos no siempre se sienten interpelados y a menudo prefieren no acudir. Son órganos informativos sin espacios para la deliberación y la toma de decisiones. Tenemos muchos ejemplos de este tipo en gran parte de los pueblos del territorio valenciano. Por tanto, necesitamos construir espacios horizontales, donde todas las personas puedan participar en igualdad de condiciones. Este hecho se materializa en el funcionamiento cotidiano de los consells: cuáles son los horarios de encuentro, quién toma la palabra y cómo se reparten los turnos de intervención o de quién parten las iniciativas que se proponen, etc. Así, es esencial que los consells sean espacios eminentemente vecinales, donde el tejido asociativo sea mayoritario en su composición.
De hecho, y, en segundo lugar, pensamos que debemos prestar atención a la diversidad de este tejido asociativo que participa en los consells. A menudo, la convocatoria inicial para conformarlos ha tenido en cuenta estrictamente la representación de asociaciones vinculadas a enfermedades diversas, entendiendo que eran aquellas que representaban el ámbito de la salud. Ahora bien, también existen otros colectivos que promueven la salud en los barrios, a los cuales habría que extender la invitación: plataformas vinculadas al derecho a la vivienda, redes de personas cuidadoras, asociaciones de familias de alumnos (AFA) que defienden entornos escolares saludables o una alimentación de calidad en los centros educativos. Además, no todas las personas tienen las mismas oportunidades vitales para participar de espacios colectivos y organizados. Por este motivo, es importante abrir los consells a personas no vinculadas al tejido asociativo, para contar con vecinas y vecinos que movilizan y garantizar la diversidad poblacional (por ejemplo, con la participación de aquellos colectivos vulnerados que no están implicados en ninguna entidad local).
En tercer lugar, los consells han sido tradicionalmente espacios de participación concebidos para que la ciudadanía tuviera la posibilidad de informarse y tomar partido en los asuntos que influyen en la vida comunitaria.
No obstante, esta no ha sido la orientación dominante y las entidades que se implican en este tipo de espacios se sienten cada vez más desencantadas por su poca capacidad de acción. Sea como fuere, esto no supone que los consells no funcionen per se, sino que tal vez nos tendríamos que replantear las reglas del juego, es decir, su funcionamiento o la fórmula que siguen. Pensamos que no se trata solo de facilitar espacios de implicación ciudadana o de asegurar la información y la transparencia, que también, sino de pensar juntas cómo podemos coproducir iniciativas que promuevan el bienestar en el entorno local. En ese sentido, es interesante inspirarse en los modelos de gobernanza público-comunitaria, modelos que ya resuenan en otros ámbitos, como son los de la gestión de equipamientos públicos o de recursos como la energía. No obstante, hay que tener claro que esto implica ceder y compartir el liderazgo de los procesos e iniciativas con el tejido vecinal. Si es posible en los ámbitos mencionados, ¿por qué no trasladar esta riqueza a los consells de salut?
Ahora bien, la posibilidad de impulsar redes público-comunitarias, en este caso referidas a la salud, no es una tarea fácil y por su naturaleza requiere un proceso de reflexión racional y madurado de acuerdo con el bagaje adquirido, así como de un buen grado de compromiso por parte de la administración. Hablamos de una estrategia bien elaborada que demuestre el proceso de aprendizaje en relación con este tipo de espacios; hablamos, por ejemplo, de clarificar con exactitud las funciones de cada agente que participa para que no nos encontremos la clásica confusión entre participación y voluntariado; de la necesidad de identificar y neutralizar el riesgo de cargar al vecindario con tareas burocráticas; de la importancia de conciliar los espacios de encuentro y trabajo con la vida cotidiana; etc.
En último lugar, para garantizar que los consells puedan ser espacios realmente enfocados a la acción comunitaria en salud, es necesario destinar recursos humanos y/o económicos que faciliten la puesta en marcha tanto de los propios espacios comunitarios como de las iniciativas colectivas que se quieran desarrollar. Nos referimos a los medios pertinentes para impulsar proyectos vinculados a prevenir la soledad no deseada, promover la actividad física o crear espacios de apoyo mutuo para personas cuidadoras. Es necesario incluso plantear la posibilidad de impulsar las capacidades comunicativas y de generación de discurso público de los consells (difusión de carteles, redes sociales propias, impulso de jornadas formativas...). Más allá de esto, vemos importante que en aquellos municipios donde ya exista un consell de salut de carácter municipal o un foro asociativo de salud, estos espacios se unifiquen, con la finalidad de no duplicar recursos. De esta forma, probablemente sean los barrios de las ciudades más grandes donde los consells de salut de zona básica puedan tener un impacto mayor.
En definitiva, ha llegado el momento de que actualicemos y aumentemos los espacios comunitarios de promoción de la salud para que realmente tengan capacidad de acción y contribuyan a la reducción de las desigualdades. Ahora tenemos una oportunidad en el País Valenciano, debemos decidir hacia dónde vamos.