Artículo publicado en marzo de 2022 en la sección Originales |
INTRODUCCIÓN
La pandemia por la COVID-19 ha supuesto una importante crisis sanitaria1, a la que se ha sumado una crisis económica y social agravada por las medidas de confinamiento. Ha afectado más a aquellas personas que ya vivían en condiciones de precariedad2, así como a las personas mayores, las de bajo nivel socioeconómico (sin trabajo o con trabajo precario), mujeres, grupos LGBTIQ (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queer), hogares monoparentales, personas sin hogar, inmigrantes irregulares, minorías étnicas y religiosas, y personas con diversidad funcional y enfermedades mentales3. Las comunidades se han visto desbordadas por problemas que no son nuevos, pero que se han agravado y hecho más visibles: la soledad y la falta de red de apoyo para personas mayores, dificultades económicas para la alimentación o la vivienda, problemas de acceso a recursos educativos e internet, incremento de la violencia intrafamiliar, entre otros4.
Ante esta realidad, la ciudadanía ha sido capaz de reaccionar de forma ágil, organizando una respuesta a las necesidades emergentes en sus comunidades a través de redes de iniciativas ciudadanas o redes comunitarias5. Las redes comunitarias se definen como estructuras de colaboración para gestionar un problema común con capacidad para identificar a las personas y grupos vulnerables5. Estas redes conforman un elemento clave para implementar, mantener y fortalecer la salud comunitaria en todos los territorios, y requieren de un trabajo coordinado entre diferentes actores como la ciudadanía, servicios sociales, municipios y Atención Primaria (AP)6,7.
De acuerdo con Fransen et al.8, el surgimiento de las iniciativas de resiliencia ciudadanas durante las crisis depende de tres factores: 1) las características de la comunidad (vulnerabilidades, capital social); 2) la gobernanza urbana (surgimiento autoorganizado, por jerarquía o por red), y 3) condiciones propias de las redes (capacidad y liderazgo)8. Algunos autores identifican que las redes comunitarias urbanas suelen estar más capacitadas que las rurales para responder a crisis sanitarias, debido a su relativa alta densidad poblacional y proximidad a los diversos servicios, actores y recursos8,9. Sin embargo, barreras como la falta de fondos y de apoyo gubernamental hacen que el surgimiento y la persistencia en el tiempo de las redes se vea limitado8.
La respuesta de las redes comunitarias, independientemente del surgimiento, tiene un efecto protector sobre la transmisión de la infección y su impacto social a través del apoyo, la distribución de recursos y de responsabilidades, la mejora de la comunicación y la mejora del acceso a intervenciones10.
Las redes de solidaridad del barrio han funcionado mientras los centros de AP estaban ocupados dando respuesta a la COVID-19. Y se ha observado que en los centros donde ya se participaba en procesos con la comunidad ha sido más fácil la coordinación con los recursos y se ha podido actuar de manera más efectiva en las situaciones de vulnerabilidad11,12. La participación y la orientación comunitaria de los servicios sanitarios y sociales son esenciales en la respuesta colectiva frente a la pandemia por la COVID-19. Es necesario trabajar de forma coordinada con la comunidad, dado que es en este nivel en el que se identifican las necesidades, se dan respuestas y se implementan las medidas contra la pandemia6,13,14.
El presente estudio tuvo como objetivo identificar las iniciativas y redes comunitarias existentes o emergentes en Cataluña durante la primera ola, con el fin de visibilizar buenas prácticas comunitarias y ayudar al establecimiento de sinergias a nivel local.
MÉTODOS
Se llevó a cabo un estudio descriptivo transversal, con dos fases diferenciadas, entre mayo y julio de 2020. En la primera fase se realizó un cuestionario online ad hoc para identificar iniciativas comunitarias que habían dado respuesta a las necesidades sociales derivadas de la COVID-19 y el confinamiento. La difusión se llevó a cabo durante los meses de mayo y junio de 2020 a través de la página web de la Agència de Salut Pública de Catalunya y mediante redes sociales. El cuestionario, dirigido a la población general, constaba de 10 preguntas. La primera, «¿Conoces iniciativas comunitarias que dan respuesta a necesidades derivadas de la COVID-19?», llevaba, en caso de respuesta afirmativa, a responder sobre las características de la iniciativa (nombre, inicio, municipio, entidad líder y entidades colaboradoras, necesidades y población atendidas e información de contacto). Si a la primera pregunta se respondía con un no, la persona encuestada era dirigida a una pregunta abierta sobre las nuevas prioridades derivadas de la pandemia. Finalmente había una pregunta para valorar cómo habían accedido al cuestionario (anexo 1).
En la segunda fase se diseñó un guion para hacer entrevistas semiestructuradas a personas líderes de las iniciativas comunitarias seleccionadas con el fin de examinar en profundidad las iniciativas previamente identificadas. La entrevista constaba de 13 preguntas que exploraban: inicio de la iniciativa, entidad líder, financiación, necesidad y colectivo al cual se ofrecía ayuda, estimación de personas atendidas, grado en que las expectativas de la iniciativa se habían cumplido, mecanismos para la identificación de población diana, aspectos facilitadores y barreras para la coordinación de la red a nivel local, expectativas de continuidad y si deseaban formar parte del mapa de activos de Cataluña (anexo 2). Se contactó por correo electrónico o por teléfono con las entidades o personas que habían puesto en marcha las iniciativas para invitarlas a participar en la entrevista. La entrevista se hizo de forma telefónica y en algún caso de forma autoadministrada a través de una plataforma online. Asimismo, se las invitó a formar parte del mapa de activos de Cataluña con el fin de difundir la experiencia y ayudar a la coordinación a nivel local.
En el primer cuestionario se hizo un análisis descriptivo univariado para las preguntas cerradas y un análisis de contenido para las preguntas abiertas. Se excluyeron para el análisis las redes identificadas fuera de Cataluña. Para el segundo cuestionario, en las preguntas donde era posible, se llevó a cabo una categorización de las respuestas y un análisis descriptivo univariado. En las preguntas abiertas se hizo un análisis de contenido.
RESULTADOS
En la primera fase se obtuvieron 303 respuestas de la ciudadanía, de las cuales 167 (55,12%) refirieron conocer alguna red/iniciativa comunitaria. Tras eliminar repeticiones o iniciativas que no operaban en territorio catalán, se identificaron 100 iniciativas activas en 96 municipios de Cataluña. El municipio con mayor número de iniciativas identificadas fue Barcelona ciudad (38%), y 16 redes operaban a una escala mayor que el municipio (ya fuera a nivel comarcal o regional) dentro de Cataluña.
El 74% de las redes identificadas se habían creado recientemente para dar respuesta a la pandemia y un 43% eran lideradas por la comunidad. La figura 1 muestra las entidades que lideraban las redes: municipio, entidades sociales u organizaciones no gubernamentales (ONG) y salud.
La mayoría de las redes daba respuesta a múltiples problemáticas sociales, principalmente aquellas relacionadas con la soledad y el acompañamiento al adulto mayor, la salud mental, la alimentación, el cuidado de la infancia, la compra en supermercados a personas confinadas, la confección y distribución de elementos de protección sanitario. La tabla 1 muestra el tipo de necesidades que se cubrían. Un 70% de las redes atendían problemáticas de la población en general, adultos mayores y personas con limitaciones funcionales.
Cabe destacar algunas redes con atención a colectivos específicos como, por ejemplo: acompañamiento psicológico para personal sanitario, colectivo inmigrante o garantizar la alimentación a trabajadoras sexuales.
Los encuestados coincidían en destacar la atención a la soledad y a los adultos mayores, la salud mental y la necesidad de apoyo económico para satisfacer las necesidades básicas, como prioridades surgidas a partir de la crisis social desencadenada por la COVID-19. Finalmente, los encuestados habían accedido a la encuesta a través de correo electrónico (47%) y WhatsApp (33%) y en menor medida por las redes sociales o web (11%).
En la segunda fase, de las 100 redes o iniciativas comunitarias identificadas en la primera fase, 32 respondieron el segundo cuestionario de caracterización, lo que supone una tasa de respuesta del 32%. De estas, 25 referentes de redes respondieron a la entrevista semiestructurada vía telefónica, mientras que 7 lo hicieron de forma autocumplimentada a través de una plataforma online.
De las iniciativas, 20 eran de nueva creación, mientras que 12 existían previamente a la pandemia; sin embargo, 8 de ellas referían haber hecho una reorientación de sus objetivos para dar respuesta a las nuevas necesidades. Respecto a la entidad que impulsaba la red, 14 eran lideradas por la ciudadanía, 10 por el Ayuntamiento o entidades locales, 4 por profesionales sanitarios, trabajadores sociales o farmacia, 3 por ONG y 1 por una startup. El 56,2% de las iniciativas contaban con algún tipo de financiación, que mayoritariamente provenía de fuentes privadas y públicas, y en menor medida de donaciones privadas o a partir de presupuesto municipal.
La mayoría de las redes daban respuesta a múltiples problemáticas, siendo la más importante la soledad (n = 10), seguida por las tareas de cuidados (por ejemplo, conciliación familiar para el cuidado de los niños, hacer la compra, pasear perros, etc.) (n = 10), alimentación (n = 7), fabricación de materiales sanitarios de protección frente a la COVID-19 (n = 7) y salud mental (n = 7) (figura 2). Las redes que realizaban atención a las personas durante el período dieron respuesta a más de 6.000 familias (rango: 8-2.000); por otro lado, las redes que confeccionaban y/o repartían materiales para la atención sanitaria a la COVID-19 refirieron haber hecho 119.600 repartos de material (rango: 6.600-100.000). La población a la que se atendía se muestra en la figura 3.
La forma en que las redes identificaban los colectivos con necesidades fueron diversas: a través del boca a boca (n = 4), entidades sociales (n = 4), servicios sanitarios (n = 1) y teléfono/WhatsApp/Telegram (n = 2) o páginas web y redes sociales (n = 3).
La totalidad de las iniciativas consideraban de crucial importancia la coordinación con centros de salud u otras entidades; de hecho, de las 32 iniciativas, 31 se coordinaban con agentes locales. Un 60% se coordinaba con servicios sociales y ayuntamientos y el resto con entidades vecinales y centros de salud. La tabla 2 presenta los elementos facilitadores y barreras de las redes para la coordinación local con centros de salud u otras entidades.
Las redes comunitarias en promedio se autocalificaban con una nota de 8,3 (rango: 6-10) respecto al grado en que habían cumplido sus expectativas de actuación durante la pandemia y el 70% de ellas tenían la voluntad de continuar con los servicios que ofrecían, especialmente aquellas que ya se encontraban coordinadas con alguna entidad local. De las 32 iniciativas contactadas, 24 accedieron a ser visibilizadas en el mapa de activos de Cataluña.
DISCUSIÓN
Es en el entorno local donde se desarrolla la vida de las personas, donde enferman y sanan; en estos territorios comunes y próximos se tejen vínculos, relaciones y redes de apoyo15. El estudio ha permitido identificar 100 redes comunitarias de apoyo, y hacer un análisis en profundidad de 32 de ellas.
La mayoría de las redes comunitarias habían sido creadas durante la pandemia por ciudadanía o entidades municipales para dar respuesta a las emergencias sociales y económicas que coincidían con las necesidades emergentes percibidas por los encuestados y con lo reportado en la literatura7. Un 70% estaban lideradas por la ciudadanía o el municipio5.
Un tercio de las redes identificadas actuaba en la ciudad de Barcelona, lo que hace pensar en una posible desigualdad de distribución de las redes, con una mayor presencia en barrios con mayor cohesión social, elevado asociacionismo y vínculos previos a la pandemia, y una menor presencia en barrios de nivel socioeconómico más bajo con poca cohesión entre sus miembros16. Esto es consistente con la literatura, que ha identificado que las redes que surgen en contextos urbanos, densamente poblados, dan mayor respuesta a las crisis, ya que tienen una mayor interacción con los diversos actores, servicios y recursos disponibles9, que, a su vez, permite un desarrollo organizacional más complejo, con intervenciones a mayor escala y persistentes en el tiempo8.
Las redes se coordinaban, principalmente, con los ayuntamientos y servicios sociales, en especial, en los municipios más pequeños, para dar respuesta a múltiples problemáticas, especialmente la soledad y los problemas derivados del confinamiento y la falta de recursos, y atendían a diversos colectivos, sobre todo a personas mayores solas y otros colectivos vulnerables que identificaban, a través del boca a boca, las entidades sociales, centros de salud y las redes sociales.
Estas redes de apoyo se enmarcan en la acción comunitaria, definida como «la dinamización de las relaciones sociales de cooperación entre las personas de un determinado ámbito o espacio de convivencia»17. Se ha puesto en evidencia que los equipamientos de salud locales no son imprescindibles para liderar la salud comunitaria, aunque es fundamental que participen como un actor más18. De hecho, la coordinación de las redes con la AP y otras entidades es fundamental para fortalecer la salud comunitaria11.
Las dificultades encontradas por las redes comunitarias para dicha coordinación tuvieron que ver con aspectos vinculados al acceso, la burocracia y la falta de protocolos flexibles. Estos resultados coinciden con los del estudio sobre fortalezas y limitaciones de una orientación comunitaria en AP durante la pandemia, realizado en Aragón19, que describe, entre las limitaciones, la gran carga de trabajo y la falta de tiempo, la incertidumbre ante lo desconocido y la resistencia a lo diferente, la falta de comunicación, no contar con una estructura para la coordinación, la falta de integración en la práctica habitual de la salud comunitaria y la falta de protocolos, hasta ahora muy orientados a lo asistencial y biomédico y menos a lo social.
Entre los elementos facilitadores para la coordinación, se destaca la existencia de una estructura para la coordinación prepandemia, tener personas de referencia en el equipo de AP, canales de comunicación claros y herramientas para ello, así como contar con vínculos establecidos y un liderazgo claro. El estudio de Aragón encontró como elementos facilitadores el liderazgo compartido, las nuevas formas de comunicación, el trabajo en red y la coordinación con recursos, así como fortalecer lo ya existente (consejos de salud, mesas intersectoriales)19.
La creación y actuación de redes comunitarias han ayudado a disminuir el efecto de la crisis; sin embargo, sería injusto dejar la respuesta a la crisis social y económica en manos de las redes comunitarias, unas estructuras frágiles por su organización voluntaria y, en algunos casos, sin la capacidad de mantener una respuesta continuada en el tiempo, ya que en su mayoría no cuentan con un apoyo gubernamental, principalmente por factores como la burocracia8. A pesar de lo anterior, los gobiernos de alguna forma delegaron sus responsabilidades a las redes, ya que las personas que estas atendieron fueron posiblemente aquellas que caían fuera de la actuación de los colapsados servicios sociales y de salud.
La fortaleza de las redes comunitarias radica en su formato incluyente y flexible y en sus principios: priorizar acciones, equidad, protección y viabilidad5. Esto les ha permitido actuar en pleno estado de alarma y confinamiento, contradiciendo en ocasiones las recomendaciones con el objetivo de ofrecer ayuda. En los momentos de mayor contagio, fue importante trabajar con las redes como iguales, ofrecer recomendaciones para disminuir el riesgo de contagio y trabajar de forma coordinada para identificar colectivos vulnerables20.
La atención a la soledad y a las personas mayores, la salud mental y la necesidad de apoyo económico para satisfacer las necesidades básicas son percibidas como prioridades surgidas a partir de la crisis social desencadenada por la COVID-19 a las que habrá que dar respuesta tanto desde lo asistencial como desde la acción comunitaria. Es importante que los ayuntamientos o entes territoriales identifiquen estas iniciativas para que les puedan brindar un soporte operativo (ya sea económico y de gestión), que les permita una articulación con los diversos actores de la salud comunitaria y así puedan permanecer en el tiempo, fortalecerse y ayudar a dar respuesta no solo a esta, sino a futuras crisis.
Algunas de las limitaciones del estudio son: el tiempo para la recolección de datos fue breve, por lo que un número importante de iniciativas pudieron no ser identificadas, especialmente por el momento en que se hizo el estudio (al final del primer pico), lo cual pudo interferir en la disponibilidad de las redes para atender al cuestionario. La organización en red de las entidades identificadas supuso una dificultad para comunicarse con ellas e identificar una persona interlocutora. Por otro lado, algunas de las redes ya no estaban en funcionamiento cuando se contactó con ellas, y se obtuvo más respuestas en la segunda fase por parte de redes con un apoyo institucional. Por último, en la segunda fase, la diferente metodología de recogida de información (entrevista versus autocumplimentación) puede haber influido en el tipo de respuesta.
Sin embargo, dadas las circunstancias, el estudio consigue identificar un número poco despreciable de iniciativas locales, y su descripción ayuda a entender cómo surge la acción comunitaria para dar respuesta a una emergencia inesperada como ha sido la COVID-19. Además, permitió añadir algunas iniciativas al mapa de activos, ayudando a su difusión.
CONCLUSIONES
Este estudio permitió obtener un panorama general de las diversas redes comunitarias que surgieron ad hoc en los diferentes territorios de Cataluña para dar una respuesta inicial a la triple crisis causada por la pandemia por COVID-19. Aunque la mayoría se encontraban en Barcelona ciudad, las que surgieron en municipios más pequeños, por lo general, contaron con mayor apoyo gubernamental. De igual forma, se logró evidenciar que respondían a múltiples problemáticas derivadas del confinamiento y la falta de recursos, y atendían a diversos colectivos, en especial a personas mayores solas y otros colectivos vulnerables, coordinándose con las entidades sociales y gubernamentales, centros de salud y otras redes sociales.
El surgimiento y reestructuración de estas redes comunitarias en tan poco tiempo para responder a las problemáticas que en ocasiones el gobierno no pudo solventar o solventó parcialmente denota la gran resiliencia ciudadana. Por tanto, es necesario continuar avanzando en el abordaje de la COVID-19 desde una perspectiva comunitaria, visibilizando estas iniciativas y fomentando su articulación con los diferentes actores en salud comunitaria, entre ellos los ayuntamientos y centros de salud, para dar una respuesta completa a la triple crisis que ha comportado la pandemia en el marco de los determinantes sociales en salud12.