Jesús Sepúlveda Muñoz. Doctor en Medicina. Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria
«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños,
haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo.»
Eduardo Galeano
Supe que quería ser médico de familia cuando tuve la suerte antes de hacer el MIR de pasar un tiempo trabajando con comunidades campesinas en Bolivia. Fue a principios de la década de 1990 (¡en el siglo pasado!), y en el proyecto en el que me embarqué eran todos maestros y educadores, siendo yo el único sanitario, lo que lejos de ser un inconveniente me abrió los ojos a una nueva realidad que desde luego en la Facultad de Medicina no me habían comentado ni por asomo. ¿Eran otros tiempos?, pues si hablamos de la universidad, parece que no. Soy tutor de alumnos de Medicina en el rotatorio por Atención Primaria y no parece que hayamos cambiado de siglo. Los alumnos, cuando pasan por el centro de salud, de lo primero que se sorprenden es del trabajo en equipo. El paciente y su familia tienen como referentes al médico de familia y a la enfermera que componen la Unidad de Atención Familiar, además trabajamos en equipo con la trabajadora social, con la matrona, los auxiliares de enfermería, los administrativos, etc. Como decía, los alumnos no esperan este tipo de trabajo, pero se sorprenden más aun cuando alguno viene a domicilios de pacientes y ven que sabemos el nombre de toda la familia, que nuestros «abuelitos y abuelitas» nos confiesan sus secretos o nos hacen las consultas más insospechadas y nos tratan como si fuésemos de su familia, esos alumnos ya empiezan con una mezcla de incredulidad y fascinación que aumenta aún más cuando pasan con nosotros por algún proyecto comunitario en los que participamos. Algunos se enganchan y quieren también trabajar en Atención Primaria comunitaria, otros al menos ya conocen que hay «vida fuera del hospital» y los más «avispados» incluso se dan cuenta de que la salud de la población se juega fuera de los centros sanitarios, que no es porque lo estudien si tienen suerte en alguna asignatura sobre determinantes sociales de la salud, sino que comprueban que si las personas no tienen viviendas y condiciones de vida dignas difícilmente pueden vivir con salud.
He tenido la suerte a lo largo de mi trayectoria profesional de trabajar en zonas rurales, en zonas necesitadas de transformación social, en el centro de la ciudad en la que vivo en la que están representadas todos los contrastes sociales. Y si echo la vista atrás, noto que he influido más en la vida de mi comunidad cuando he salido de la consulta, cuando me he alejado del centro de salud: hace años, empezamos un proyecto de prevención de alcoholismo juvenil, y como vimos que desde el centro no «llegábamos» a los jóvenes, junto a informadores clave, colaboramos en fundar una asociación sociocultural que, entre otras actividades, organizaba torneos de fútbol, de baloncesto, vídeo fórums, cine de verano, etc., y que con el tiempo se convirtió en una asociación de referencia en cuanto a prevención de alcoholismo y drogodependencias. Algún compañero, claro que eran otros tiempos –¿o nos sigue pasando todavía?–, nos decía que eso «no era medicina». Estoy convencido de que los que me leéis ahora tenéis múltiples experiencias parecidas.
Esta mañana escuchaba que rescataban una patera que traía a niños y embarazadas. En esta ocasión ha habido «suerte», pero el Mediterráneo se está convirtiendo en una fosa común, lo que parece no interesar a muchos. Sin embargo, ¡cuánto sufrimiento el de esas familias que meten a sus hijos en una patera pagando lo que no tienen para buscar un futuro mejor! Preocuparnos por el bienestar de estas personas entra dentro de nuestras competencias como médicos de familia, como enfermeras, como trabadores sociales, como maestros…; muchos pensamos que sí, otros disertan dando múltiples explicaciones sobre lo que habría que hacer. Pero, a veces, hay que actuar, convivir, acompañar, y no teorizar.
Como os decía, he trabajado en distintos entornos y situaciones, y además soy un afortunado porque he tenido experiencias de trabajo con comunidades campesinas en Togo, participando en un proyecto que, para ayudar a su poblado, hicieron una asociación de inmigrantes que viven en España. También en varias ocasiones he trabajado en un proyecto de ayuda a niños con discapacidad en Ruanda, y desde hace más de 14 años colaboro en un proyecto de niños en situación de vulnerabilidad en Marruecos. Me preguntan a veces si «merece la pena» destinar una parte de mis vacaciones a ir a estos proyectos. Sonrío y me doy cuenta de que quien lo pregunta no sabe lo que se pierde. He aprendido atención comunitaria en sitios donde la COMUNIDAD se escribe con mayúsculas porque es un don preciado. De eso en África nos pueden dar muchas lecciones; en Sudamérica, hay sitios donde algunas de las «estrategias novedosas» por las que aquí algunos «gurús» cobran «un ojo de la cara» se llevan haciendo en comunidades campesinas y mineras desde siempre, porque las tienen incorporadas en su espíritu comunitario; y, en Asia, hace siglos que se practica lo que aquí se ha puesto de moda con múltiples nombres «muy en la onda».
Y en todos estos sitios he conocido a enfermeras, matronas, médicos o amas de casa que no tienen Facebook, ni Twitter, por lo que parece que no existen, pero que son personas que trabajan por su comunidad. Quizá no son famosos, pero son gente muy buena que trabaja con honestidad y que lo da todo. Esa gente es pequeña, pero imprescindible.
Cuando me pidieron que escribiese un editorial como vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), miré editoriales previos y leí a maestros de la atención comunitaria que ya habían plasmado mucho mejor que yo cuál fue el pasado y por dónde debe ir el futuro. A veces olvidamos que detrás de las responsabilidades que en un determinado tiempo ocupamos hay personas, profesionales con una historia que les ha llevado hasta el lugar donde están ahora. Por eso he preferido escribir desde mi experiencia vital.
Soy crítico por naturaleza conmigo y con los lugares donde trabajo. Ahora llevo un tiempo en la junta permanente de la semFYC e, igual que pasa con todos los ámbitos de nuestra vida, sé que tenemos cosas que mejorar, por eso me embarqué en este proyecto, para poder aportar mi pequeño granito de arena. A veces puede ser que en la dirección acertada y, otras, quizá que en la equivocada; el tiempo lo dirá. Pero hay muchas cosas por las que me siento orgulloso de la semFYC, motivo por el que ya en la residencia me hice socio de esta sociedad, que siempre ha considerado prioritaria la atención comunitaria. Gracias a muchos de los que nos han precedido en el seno de la semFYC, se inició un hito en la atención comunitaria: el Programa de Actividades Comunitarias de Atención Primaria (PACAP). Qué suerte que gente tan brillante tirase para adelante, cuánto bien nos habéis hecho a los que creemos que para mejorar la salud de nuestra población hay que salir del centro de salud y trabajar codo con codo con la comunidad. De ahí la Red de Actividades Comunitarias (RAC), la revista Comunidad, el fomentar el trabajo en red como la Alianza de Salud Comunitaria. Es mucho lo conseguido… y mucho también lo que nos queda por conseguir.
Cuando de forma oportunista y con la excusa de la crisis nuestros políticos sacaron el Real Decreto 1192/2012, uno de los más vergonzosos de la historia de nuestra democracia que se «cargaba la asistencia sanitaria universal y gratuita», nuestra semFYC dio la talla y lideró la rebelión contra dicho real decreto. Trabajamos en red con otras asociaciones (Red de Denuncia y Resistencia, REDER), muchos profesionales se declararon objetores de conciencia, se creó la Alianza contra las Inequidades en Salud con otros organismos compañeros de viaje, etc.
Gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas. Si nos unimos y sumamos, ya no somos tan pequeños. ¡Sigamos enganchando a gente al tren comunitario!
Blanca Botello
17-07-17
Mercedes, muchas veces pensamos en los estudiantes y en cómo se forman en salud comunitaria, difundir editoriales como este, puede ser una cosa pequeña como comenta Jesús. Seguimos en el camino
Patricia Crespo
12-07-17
Enhorabuena por tu editorial. Saludos
Mercedes Hernandez
10-07-17
Cómo me alegro de que seas médico de familia y que estés en la junta permanente. Este editorial estará disponible en el tablón de la consulta para que pueda ser leído por estudiantes Un placer Mercedes